¿Preparados para aprovechar la electromovilidad?
Susana Jiménez Subdirectora Libertad y Desarrollo
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Susana Jiménez
La revolución de los autos eléctricos ya no es cosa del futuro. En 2016 se vendieron cerca de 3 millones de unidades -desde híbridos a 100% eléctricos- equivalente a aproximadamente 3% de los vehículos producidos en el mundo. De este total, cerca de 1 millón fueron vehículos eléctricos (BEV) o Plug-In Hybrid Electric Vehicles (PHEV) que requieren tomar energía desde una red eléctrica fija. Si bien esto representó apenas un 1% del mercado de autos nuevos, no ha inhibido las apuestas por una penetración masiva en los años venideros.
El sostenido crecimiento de las ventas de autos eléctricos responde a una creciente eficiencia energética, mayor autonomía y menores tiempos de carga. Pero lo más importante ha sido su notable reducción de costos, especialmente debido al rápido desarrollo de las baterías de litio que han aumentado su capacidad de almacenaje, al tiempo que han visto bajar sus costos a un quinto de lo que era hace menos de una década. A eso se suma que los vehículos eléctricos son más simples mecánicamente y requieren de menos equipo y personal para ser armados, lo que también les daría una ventaja.
Lo anterior da cuenta de que los vehículos eléctricos serán cada vez mejores y más baratos, pudiendo ser competitivos con los tradicionales tan pronto como el 2020. Es una buena noticia para Chile y el mundo, que ante la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y cumplir con el Acuerdo de París, ve en la electromovilidad una importante contribución. A ello se suman beneficios en términos de la calidad del aire local y la reducción de la contaminación acústica.
La rápida penetración de los vehículos eléctricos conlleva, sin embargo, dos grandes desafíos de política pública. Se requiere una buena regulación y la generación de condiciones para el desarrollo de la infraestructura necesaria (puntos de carga, capacidad de reciclaje de baterías, etc.).
Algo de esto ya se ha avanzado con la elaboración en curso de la Estrategia Nacional de Electromovilidad que esboza líneas de acción en materias relevantes como el desarrollo de información, regulación, difusión y formación de capital humano. Más discutible, sin embargo, es la propuesta de introducir incentivos económicos, que no solo podrían ser regresivos, sino además redundantes al probarse rápidamente superados por la propia fuerza del mercado, como sucedió con la inesperada penetración de las energías renovables de carácter variable.
El otro gran desafío se asocia a la regulación que hoy aplica a la explotación del litio y cuyo exceso de celo puede significar que Chile pierda la oportunidad que se abre en este mercado por un plazo eventualmente acotado si es que se desarrollan otras tecnologías de almacenamiento. Chile ya no es el principal productor del metal, y no es el único con reservas disponibles en el mundo. Es así como Australia, que solía ser un actor menor en el mercado internacional del litio, no solo superó a Chile como mayor productor en 2017, sino que nos duplicará en 2018 gracias a un marco regulatorio más propicio para el desarrollo del mercado.
En suma, Chile puede y debe prepararse para estos cambios, para no desaprovechar las oportunidades que se abren con el desarrollo de esta nueva tecnología.